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Los dos ancianos sentados en la plaza , no hablan, miran las palomas, las hojas que se mueven por el viento, la gente apurando trámites, los autos
perdiéndose.
Los dos ancianos ya muertos, enterrados uno cerca del otro, ya no más acuerdos, no más
conversaciones, no más saludos ni cansancios, finalmente huesos, ¿donde las presencias?.
Dejo de mirar a los ancianos, anoto en una libreta que "todos fuimos huesos ya muchas veces", lo olvidamos y olvidamos diariamente nuestra cita segura con los pacientes huesos.
El pensamiento nunca pudo resolver ni la muerte, ni el dolor, seguramente le estamos dando una utilidad equivocada, oír con las uñas, ver con el pelo.
Camino hasta el arroyo, miro el agua, siento infinita cantidad de trastos viejos en la cabeza, imagino que los arrastra la
correntada, meo, expulso hasta sentir limpios mis huesos, cara a cara con mi muerte, con todas las muertes, las cercanas, las lejanas, los recuerdos, todo el dolor se comprime, su esencia es el contenido de este
frasquito que, camino a tu encuentro, dejo caer en un recipiente de basura, te voy a invitar a sentarnos a cualquier plaza, a esperar con vos, sin apuros ni ansiedades, la cita con los huesos, voy a mirar tus uñas, tu pelo, como iremos
envejeciendo, el tiempo ya se detuvo, esta es una de las vidas, no hay prisa, la belleza está en esta eternidad, ¿todavía no sentís que siempre nos elegimos?.
Finalmente ella no acude a la cita, vuelvo a la plaza a mirar palomas, hojas que se mueven por el viento, la cita con los huesos resalta todas las bellezas y tanta cara de dormida no
podes tener.
Los ancianos se besan, puede que sin saberlo se despidan hasta la próxima vida, tu saliva se seca en mi piel, el arroyo continúa corriendo.
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