martes, 6 de diciembre de 2011

El rostro y el tiempo.

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Se peina mirándose en el espejo y ve su rostro como se mira el patio de la casa de siempre. Cuesta descubrir lo que tenemos y creemos conservar para siempre. Los días por ejemplo, con su velocidad dada por el interés, que parecemos seguros de que sobran. Esperamos el próximo renglón para escribir lo que iría en rojo, pero algo nos detiene, es la mano que acerca la bandeja con la comida de las horas, con el alimento cotidiano del ego, lo que negociamos con la vida que haremos para cumplir con lo que salvamos de la doma del adolescente. Prefiero comentarte desde tus propios ojos en el espejo, que yo, simplemente no estoy seguro de poder sostener el dolor a raya y que probablemente te explique brillantemente que tengo miedo de fallar el penal, que se descubra que soy una farsa y que hice esfuerzos gigantes para que te creas mi alegría. Acá estoy, puro huevo y con miedo a que perdamos el viaje a nuestro paseo. Soy tu rostro, tu mueca, intentando que me veas a tiempo.
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1 comentario:

Capulina dijo...

Casi una vigilia liberada de egoísmo, cuan aprovechable para el ego que descansa en su espalda.
La mueca es inevitable, sino de ahí no salgo.