miércoles, 11 de enero de 2012

El valor eléctrico de guiñarle el ojo a tus lágrimas.

El impulso eléctrico que me permite guiñarte el ojo para que te acerques sin peligros, pués el ser humano se aleja a mucha velocidad de la indicación del corazón, esa sensación hoy tapada por la superficialidad y el conformismo: la de tener buenas intenciones sin esperar nada a cambio. Esa misma electricidad me permite levantar la mano desde lejos para indicarte, con un gesto simple, que te acerques sin esperar de mí mas que pedos livianos, soltados en la brisa que nos acaricie o el viento que nos moleste, silencios cargados de respeto al sonido de la vida, ironías con pretensiones de chiste, lugares alejados de la oferta y la demanda pero siempre muy cercanos y gratuitos, obras de arte ocultas del imán del éxito sospechoso o nada, una indiferencia que nadie note, un error de imagen del mundo, crías que se nubló la vista.
Es solo electricidad, una pérdida insignificante de la misma que enloquece al disyuntor, revisamos todos los circuitos de tu cuerpo y hallamos que las lágrimas mojaban muchas conexiones, me aparté del grupo que te asistía y te miré relatar las lista completa de fastidios, todos tenían los concejos saliéndose desesperadamente, ibas a mejorar, me apenaba que abandonaras la belleza de tu respirar.
Finalmente revolcada social entre la oferta de terapias alternativas,  los iconos del rock y la fascinación de los paraísos artificiales de la droga, el escaparse del bicharraco occidental y el encerrarse del bicharraco oriental, te pinto un cuadro o te enseño chi-kung, intercambio de parejas o retiro semanal a meditar, o todo mezcladito según el estado de ánimo, grosssso.
Pero que linda las vacaciones porque no entendiste nada-nada.
Pero que importa si lo que hay que entender solo puede habitar el presente.
El impulso eléctrico me lleva a guiñarte el ojo en el momento menos oportuno, pero resulta pués te veo despachar a todo el mundo y retirarte a valorar esas lágrimas.

2 comentarios:

Capulina dijo...

Una mojadita en algún arroyo de alguna ciudad cercana, y chorreando mete los dedos en el enchufe, con una sonrisa como siempre.del otro lado, una mano que se estira estableciendo un contacto, áspero pero eléctrico, cardíaco e intenso.Nunca muerto.

Anónimo dijo...

Y lo que falta para el descanso eterno.