.
.
Y mueren, aún siguen allí esos productos de oferta y la empleada de la tienda barre distraidamente la vereda e ingresan adolescentes al colegio privado, se saludan automáticamente y mueren, siguen dejándome los instantes donde me guardo lo mejor, para después, para un tal vez esté preparado cuando me sienta capaz, cuando se den las condiciones y no se que otras mentiras muy razonadas y pulcramente presentadas, sostenidas y aseguradas (arraigadas) en esta forma de relacionarnos tan especulativa y calculada, seguirán abandonandonos los instantes y los amigos pasarán lentamente con sus proyectos y sus hijos creciendo, con sus dolores y angustias un poco más lejos de la superficie, con sus alegrías y ausencias que uno deja pasar, donde debería haber estado y se quedó, por aburrimiento, por cobardía, timidez, y se mueren las posibilidades, no son infinitas, pués infinitas son las vidas, según parace, donde repetimos esta indiferencia a este morirse maquillándolo de rancia tranquilidad mal disimulada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario