viernes, 5 de marzo de 2010

Detenido

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Recorrió con la mirada los objetos que habían perdido la vivacidad de su color, demasiado tiempo las cosas en su lugar, demasiadas horas sin ver lo cercano, se refregó los ojos, otra mañana calcada a las anteriores y a las por venir, el trabajo lo esperaba inalterable, aquí estaba su mujer, aquí su casa y sus hijos, estaban las conversaciones de ayer, el clima, las cuentas claras o no, los sueños, los recuerdos y esa sensación nueva que lo invadía: el aburrimiento.
Estaba cansado de ser lo que era, de cumplir lo que esperaba de sí, lo que vendía y quería mantener como el mismo. Imaginaba situaciones nuevas, gente nueva, acciones nuevas y luego se convencía de que no era necesario, que sería mas de lo mismo. Siempre lo detenía la timidez y cierta comodidad.
De golpe pasaron cincuenta años y recorría con la mirada sus manos, le costaba salir de la cama y se quedaba oyendo las voces que venían de la cocina, imaginó levantarse y hacerle un buen chiste a sus nietos pero lo detuvo cierta comodidad y un poco de timidez que le provocaba su yerno.
Lo veo descansar en su ataúd, le doy mi último adiós, parece cómodo y ha perdido para siempre su timidez, ya quisiera yo haberle dado más alegría.
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