lunes, 26 de abril de 2010

Convivir

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Está mirando las hojas en el jardín, caen del árbol a cada momento, espera visitas y piensa alternativamente en la belleza de las hojas y en la inminencia del timbre, parada en el pasto, su día libre, su pensamiento se dispara hacia una conversación sobre política, luego, a los preparativos de anfitriona, sus horas de ocio, mira al gato, se entretiene con sus movimientos, recuerda una canción y seguidamente una opinión de alguien sobre la misma, se anota mentalmente tareas postergadas que se obligaría a realizar, su día de descanso, ya durmió lo suficiente, desayunó cómodamente, los niños duermen, la casa en silencio, su marido de viaje de pesca, sus amigas por llegar, tantea su temática de conversación, tiene algunas novedades y temas que gustaría charlar con ellas, suena el teléfono, le preguntan si está todo listo, si falta algo, su día libre, todo está en orden, va en busca de algo para leer, vuelve a sentarse y a pararse, tiene un libro en la mano, no sabría explicar porqué pero grita hacia su interior y lágrimas brotan dolientes, arroja el libro contra la pared, suena el timbre, tiembla y se seca la cara con el brazo, camina hacia la puerta, se relaja, ensaya una sonrisa, se saluda cariñosamente con su amiga, la puta madre que lo parió queda relegada en algún lugar oscuro del sótano.
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