viernes, 9 de abril de 2010

Puede que esta chica no te llame en la puta vida.

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Con el consentimiento de gobiernos y administraciones, cargan nuestra virtud de tóxicos, nuestro indio se retuerce en la mierda de su propia comodidad y padece de la necesidad ficticia que permiten crear, necesidad siempre, de cosas innecesarias para la verdadera virtud, pero aquí están esos culos, esos productos que le sacan brillo a una autoestima lamentable, esas búsquedas de un reconocimiento de cualquier tipo que repercuta en nuestras relaciones, pasillos del poder, nos volvemos una sucursal de washington cuando se nos endulza el alma con el 0 km.
Pero volviendo a tus ojos, sigo mirándolos sin escucharte, vos seguís hablando de tus sueños y de tus proyectos, opinás sobre cine, me recomendás libros y discos, eso está muy bién, compartimos los que nos conmueve, pero yo hace rato que bajé de tus ojos a tus tetas y también hace rato que siento que no me falta nada para ser feliz, entonces ocurre que te acaricio el pelo.
Cuando pasen cuatrocientos años y tengas la vaga sensación de recordar mi gesto, recuerda también que cuando paraste de hablar, te ofendiste y te alejaste, yo sentí haberlo vivido y admito que lo volvería a intentar, aunque mi anarquía se diluya en trámites que veo bién boludos y manipuladores como cada logro y premio social.
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